¿Cuántos son los estudiantes de la Universidad del Mar que se sienten hoy equilibrándose en la cuerda floja con sus carreras al hombro?
¿Cuántos son los estudiantes de las otras universidades que aparecen en la lista de las “cuestionadas” que empiezan a sentir terror lo que puede venírseles encima?
¿Cuántos son los otros estudiantes tanto secundarios como de las universidades que si bien hoy no están en ninguno de los listados de aquellas ”con problemas”, empiezan a inquietarse pensando en lo que puede pasar?
Ver el problema de las universidades solo considerando los temas de administración y de calidad es una vez más no entender el problema del sistema educacional.
El problema no solo es de las universidades o de los institutos de formación superior.
Las universidades que empezaron a crecer y reproducirse como plagas no aparecieron solamente por la facilidad de hacer el negocio.
Aparecen como respuesta a una idea mucho mayor, que abarca no solo la formación superior, sino al sistema educativo y a la sociedad que lo diseña, los sostiene y lo mantiene.
Con orgullo hemos dicho en múltiples oportunidades que hoy día, siete de cada diez alumnos de la educación superior son primera generación en sus familias que accede a ella.
Es un gran paso, es cierto, pero que se ha dado sobre la fragilidad del modelo que tenemos. Fragilidad que no estoy mirando desde la perspectiva económica, no quiero hablar, ni analizar los temas del financiamiento y de los delitos que se cometen en esa área.
Quiero hablar del delito que es permitir que los estudiantes al egresar de la enseñanza media no tengan las condiciones mínimas para ingresar a universidades o instituciones que les exigen alcanzar puntajes o notas que están lejos de sus posibilidades.
Ese es el delito que genera los otros.
Porque a partir de eso es que hay algunos que descubrieron que era muy fácil vender la ilusión de entrar a la educación superior y obtener un título profesional.
En este escenario, como estamos formando a nuestros niños y jóvenes, lo que tenemos al egreso de la enseñanza media es un ejército de estudiantes que egresados de muchos liceos que no los han formado adecuadamente y universidades e institutos que les ofrecen ingresar sin más requisito que el compromiso a endeudarse.
Una vez adentro tampoco se hacen cargo de las falencias de entrada, les garantizan egresar y fuerzan los procesos (los profesores de esas universidades saben de ello) para que eso así sea. Una vez egresados integrarán otro ejército de jóvenes, con títulos en la mano, pero que provienen de instituciones poco valoradas en el mercado laboral y deberán conformarse, si lo logran, con ocupar cargos de segunda categoría o finalmente deberán conformarse con realizar otras tareas, que no tienen que ver con lo que la universidad prometía y con lo que ellos soñaban para su futuro laboral.
Todos esos muchachos y muchachas, con un enorme sacrificio personal y de sus familias, finalmente lo que han hecho es comprar, o mejor dicho hipotecar sus vidas en cuotas para obtener un título que en realidad no les permitirá abrirse el espacio soñado en el mundo del trabajo.
Además en una sociedad como la nuestra en que además lo que cuenta, por sobre todas las cosas son las redes sociales, esas que se construyen en los colegios y en los barrios, que continúan y se sellan en las universidades. No pertenecer a estas redes y además portar un cartón de una universidad de dudosa categoría es una carga muy pesada.
Por estas razones, el gran tema de las universidades no debe ser solamente discutir y escandalizarse acerca de cómo han logrado hacer este negocio con las esperanzas de las familias y los jóvenes, se trata de entender que el problema es mucho mayor que comienza en la educación parvularia y termina en la universidad.
Se trata en entender que no podemos seguir teniendo estas deficiencias y diferencias desde base, en la enseñanza básica y media que finalmente no permite a nuestros niños y jóvenes recibir la educación a la cual tienen derecho, la que todos los habitantes de nuestro país deben recibir.
Debemos mirar todo el sistema educativo, el problema no son solo las universidades, en necesario entender primero que TODOS nuestros niños y jóvenes deben tener la posibilidad de asistir a centros educativos que les garanticen recibir la educación a la cual todos y todas tienen derecho, independientemente de dónde nacieron, donde viven y quiénes son sus padres.
Luego, también es necesario entender que la universidad no es la única meta que hay otros campos de formación y desarrollo que deben tener la misma calidad de las universidades.
Y, por supuesto y esencial es pensar antes que nada, qué sociedad es la que queremos construir, si seguiremos separándonos cada vez más o entre unos pocos que ejercen los derechos sin dificultad y otros muchos que deben esperar y una mayoría que no haremos el intento de convivir, aprender de la diversidad, considerar a los otros, valorar lo que somos construir y por qué no ¿vivir felices?