Santiago de Chile, Septiembre de 2013
Querida Nalvia Rosa:
Te quiero contar que miles marchamos hoy por las calles de Santiago.
Marchamos recordando a todos los que desaparecieron y murieron en los tiempos oscuros de nuestro país.
Hoy llevé tu foto y tu nombre.
Al llegar al lugar de donde saldría la marcha cada uno de nosotros recibiría una foto y una cinta roja.
Yo llevé la tuya por una casualidad.
Al llegar me entregaron otra, era un muchacho.
Al poco rato, mientras esperábamos para partir, se acercó una joven y me pidió si podíamos cambiar las fotos porque la que yo tenía era de su tío, entonces tu imagen llegó a mis manos.
Yo conocía tu nombre y tu foto, sabía de tí, desde hace muchos años, por eso cuando te recibí, , al reconocerte, lo hice con un especial cariño.
Había leído tu historia, sabía cómo fue tu detención.
Sé también quién es Ana González, tu suegra, he estado muchas veces junto a ella, siempre he admirado su fuerza, que no entiendo de dónde sale.
Siempre me he preguntado cómo lo hizo para seguir viva y de dónde sacó la energía para alzar la voz, después de haber perdido a su marido, a sus hijos y a tí.
Querida Nalvia, eras un año menor que yo cuando fuiste detenida, y en ese momento ambas estábamos embarazadas.
Mi hijo nació en noviembre de 1976, el tuyo habría nacido por ese mismo tiempo.
Ese fue un año duro, fueron detenidos y desaparecieron muchos compañeros y amigos.
Y a pesar de todo lo que vivimos, han pasado los años.
Yo sobreviví a la dictadura, no fui detenida, no fui torturada, tuve a mi hijo, lo he visto crecer y hacerse un buen hombre. También marchó en el día de hoy.
Durante el trayecto, en silencio te fui contando cómo han sido para mí estos cuarenta años, ésos que a tí no te dejaron vivir.
No ha sido fácil, pero yo estoy viva.
No fue fácil ver cómo desaparecían compañeros y amigos y sentir miedo, ver cómo se reprimía, saber de la tortura y tener miedo, vivir la censura, las mentiras, el abuso, la prepotencia y tener miedo, pero yo estoy viva.
No fue fácil, perder a muchos y mucho, pero yo estoy viva.
Por eso llevé tu nombre y te llevé conmigo con tanto cariño, querida Nalvia Rosa.
No te dejaron vivir, pero estás viva en nosotros, porque no te olvidamos, ni a ti, ni a ninguno de los que llévabamos en imágenes, porque viven en las vidas y los sueños de todos los que marchamos.
Viven en la esperanza de un país para todos y todas, en los que no nos basta con que algunos pidan perdón, en los que queremos saber qué fue de ustedes y queremos confiar de verdad en que exista un NUNCA MÁS.