Curriculum Vitae

Mi relación con las escuelas y los profesores tiene de dulce y amargo.

Mi primer acercamiento a la escuela es de muy pequeña, tenía cuatro años o algo por ahí, en una época en que el  kínder no era algo común, o por lo menos para los niños y niñas de un barrio como el mío.

En ese entonces vivíamos en el barrio Avenida Matta, en la calle Rogelio Ugarte y al lado de mi casa había un colegio particular, chiquitito. Yo me escapaba de mi casa para ir al colegio, quería ir, me parecía entretenido.

Soy la menor de tres hermanos, muy menor, tal vez por eso mi interés en ir al colegio, mi hermanos mayores hablaban de colegio  y estudios, eso a mí me parecía  algo interesante, yo quería siempre  estar a la altura de ellos y poder participar en sus cosas, por eso tal vez era mi interés de hacer lo mismo, ir a la escuela y estudiar-

Finalmente fui al kínder, me matricularon, no recuerdo como, pero lamentablemente la experiencia no fue buena,

De mi profesora solo recuerdo que era rubia teñida, no tengo muy claro cómo era, sólo recuerdo su pelo. De lo que tengo  más recuerdos es de la sala de clases, no de los niños sino del espacio y del patio. Ahí si veo niños jugando y me recuerdo sentada por allí comiendo “paragüitas” de dulce.

De lo que sí tengo un claro recuerdo es del reglazo que la profesora me dio en la mano por escribir con la zurda y haber botado unos libros, probablemente porque me sentaba al revés.

De ahí en adelante no recuerdo nada, sé por lo que me cuentan, que mi papá hizo un escándalo en el colegio y que no fui más.

Después vino otro colegio, ya no lo elegí yo sino que allí me llevaron mis papás. Recuerdo que me explicaron que, a pesar que sabía suficiente como para ir a segundo año, no quisieron que entrara a ese curso, porque la profesora era amiga de mis papás, y como había un solo segundo tuve que ir a primero.

La profesora del curso estaba con permiso maternal y había una reemplazante. Recuerdo perfecto su nombre: Lilia.

Lo que más recuerdo es una sala grande, la pizarra, el olor de la sala, la pizarrita con letras característica del método Matte. Y la profesora intentando que yo leyera el o-j-o fonéticamente. Recuerdo que no podía hacerlo, porque “leía de corrido”, recuerdo los retos de la Señorita Lilia, los castigos en el rincón y finalmente que llamaron a mi mamá para decirle que no me enseñara a leer de memoria.

Mi mamá le pidió a la profesora que me hiciera leer un diario y yo leí. Así comprobó que leía de verdad.

Recuerdo varios castigos, parada en el rincón al lado del a puerta de la sala, parada al lado de un poste en el pasillo. Recuerdo que cuando estaba allí sentía  mucha pena y  que quería lo único que deseaba era irme a mi casa.

Hasta que llegó mi salvación la Señorita María, la profe de verdad del curso.

Recuerdo que era cariñosa con todas y éramos muchas, tengo el vago recuerdo que éramos como ochenta. Nos trataba bien, era dulce, sonriente, no recuerdo haberla visto enojaba nunca. Me acuerdo que en invierno cuando empezábamos a toser, nos íbamos contagiando las ganas  y en algunos momentos  todo el curso era un coro de toses. Me imagino lo terrible que debe haber sido, tantas toses al unísono, ahí ella sólo nos amenazaba con enojarse, entonces nosotras aguantábamos la tos y así, nunca la vimos enojada.

Con ella hice muchas cosas entretenidas, especialmente a dibujar,  ella era pintora y estudiaba Artes Aplicadas. Como aprendí a dibujar muy bien, me mandaba a otras salas a dibujar y escribir en la pizarra,  también  era del grupo de las alumnas monitoras y apoyaba a mis compañeras, participaba en las obras de teatro, me condecoraban con cintitas verdes en la formación de los lunes, (alcancé a juntar muchas) izaba la bandera, debo haber sido harto “perna”, la matea del curso y mis hermanos, grandotes los dos, se burlaban de mí.

Estuve muy enferma en segundo año, tuve difteria y la profe me iba a ver a la casa, me llevaban los cuadernos y yo estudiaba sola. Pasé de curso a pesar de haber faltado como tres meses a clases.

Cuando pasé a quinto, nos cambiamos de casa, lejos, así que me cambiaron de colegio.

Lloré todo el año, no quería ir. A pesar que la profe fue súper buena y me atendió de manera especial.

Había una Inspectora General, la Srta. Balbina. Una vez me agarró en la clase de arte y me zarandeó el brazo derecho porque lo tenía bajo la mesa, no recuerdo bien cuáles eran las palabras pero el problema que yo estaba usando la mano izquierda para dibujar y me decía algo así como que no usar la mano derecha iba a hacer que se me atrofiara. Ser zurda era algo complicado. En Educación Física y en coreografías  yo lo hacía siempre al revés.

No lo pasé bien en esa escuela, parece que mi papá se conmovió y volví a hacer el sexto a “mi colegio”. Era sacrificado porque debía viajar desde la Gran Avenida (paradero 22) a Avenida Matta y a veces tenía que estar desde la mañana en el colegio, recuerdo que almorzaba un sándwich y tazón de caldo hecho con  cubos que me preparaba la portera.

Mi única decepción en ese año fue que la profesora debió elegir a unas alumnas que irían becadas a la Escuela Artística y a mí no me eligieron- Años más tarde, conversando con la profe me dijo que si yo le hubiera dicho que me interesaba, me habría seleccionado porque tenía condiciones, pero el problema era que yo no hablaba.

En ese tiempo yo quería ser profesora y entrar a la Normal, soñaba con irme a trabajar al campo. Pero vino la Reforma Educacional y debía ir a hacer el Séptimo  año antes de poder ir a la Normal.

Mi papá estaba feliz, no quería que fuera profesora.

Entré a  séptimo al liceo, de esa época  tengo buenos recuerdos en general.

Algunas profes buenas, otras “penquitas”, ninguna con la que haya tenido un vínculo muy  fuerte, pero sí buenas experiencias, la de Castellano, la de Música, la de Arte, una profe de Historia.

La peor experiencia fue la profe de Educación Física, lo que me alejó del deporte. Ella  era de mal carácter, nos retaba y ridiculizaba, los ejercicios eran terribles mientras ella con abrigo de piel y zapatos de taco nos dirigía desde un costado. En otro curso había una profe que hacía clases con  buzo, cosa  que yo envidiaba.

La experiencia del liceo está más llena de mis compañeras, las actividades del centro de alumnas, las actividades con mis amigas, las actividades culturales. Viví la Reforma Educacional con todo y a concho, las clases integradas, las visitas a los centros productivos, los conciertos y las obras de teatro, el coro y cantar en las poblaciones. Los trabajos voluntarios. Fui un poco “perna” igual, pero en otra onda porque de todas maneras estaba llena de actividades, armamos un conjunto folklórico, cantamos en Festivales, hasta en la tele. Escribí, hice obras de teatro, muchas cosas. Todo me gustaba, y pasaba de querer ser arquitecta, a abogada, a periodista, a pintora.

Entrar a la universidad  a esas alturas, era sí o sí el destino.

Mi hermana había ido a la Universidad, mi hermano estaba estudiando (a pesar de sí mismo) y  mi papá soñaba con que yo fuera médico.

Dí la Prueba de Aptitud Académica y me fue muy bien.

En esa época no postulábamos con los resultados en la mano. Yo tenía ganas de estudiar Arte, me gustaba pero me sentía insegura, una amiga me dijo que era una prueba especial “muy peluda” yo me asusté y me fui a la otra línea de interés. Me gustaba la literatura, también quería ser escritora, así es que entré a Castellano. Creo que fui el segundo puntaje de mi carrera.

La universidad representó para mí ser libre, que no me controlaran en la casa y además poder militar en la “jota” con todo.

Era, éramos, muy chicos todos, me costó aprender a relacionarme con tanta gente diferente, al principio me fui bien para adentro. Ya no era la estudiante conocida como en el liceo, era una más entre tantos!!!

Pero me fui adaptando a los tiempos y las personas, hice nuevos amigos, participaba en política, medio tímida y bien callada, pero estaba en todas.

Los recuerdos de esos tiempos de universidad son preciosos, con harto estudio, aunque me iba pésimo (las primeras malas notas de mi vida) harta pintura mural, carteles, foros, peleas, marchas, música, etc.etc.

Hasta el golpe, que corta mi vida en dos.

Se me acaba la vida normal, se me acaban los proyectos, los sueños quedan suspendidos.

Pierdo amigos, compañeros y profes. Se mueren, van presos, se van del país.

Me quedo en pausa, no sé qué hacer, no puedo volver a la universidad, si vuelvo me voy presa.

Me invisibilizo, dejo los proyectos de lado, solo se trata de sobrevivir.

Entro al mundo del trabajo en este período de pausa, soy otra persona.

Lo único que a esas alturas importa es mantenerse con vida.

Me caso y tengo un hijo. Mi hijo es lo más importante, trabajar para él, criarlo, tratar de tener una vida que parezca normal.

Los amigos siguen desapareciendo alrededor.

Trabajo en cosas que no me gustan, pero trato de hacerlo lo mejor, tengo problemas con los compañeros porque hago más pega de la que se espera, no es lo que se acostumbra.

Busco otro trabajo y empiezo de nuevo. Me despiden porque la persona a la que reemplazaba decide volver.

Decido no puedo seguir trabajando en cosas que no me gusten, lo económico no está tan mal, mi hijo está más grande y decido  volver a estudiar.

La carrera la elijo porque es corta, puedo tener pega luego y en realidad me reencuentro con un deseo  que se había quedado pendiente por allá por el sexto año de básica. Ser Profesora Básica.

Mi hijo entra al jardín y yo a la universidad.

Es difícil estudiar en esta universidad de la dictadura, mis compañeros son mucho menores, yo a esas alturas tengo otras vidas vividas.

Le pongo empeño y me va bien, me empieza a gustar  lo que estudio, vuelvo a ser la matea, mi grupo me sigue, mi casa es el centro de reunión.

Termino la carrera justo en el año en que la dictadura decide sacar las Pedagogías de la Universidades. Egreso de la Academia Superior de Ciencias Pedagógicas, mi “Peda” convertido en esa cosa extraña, mi título respeta sin embargo mi universidad de origen la Chile.

Mi primer trabajo es en una Escuela Fiscal en la población Santa Adriana, pobrísima, niños que aspiraban neoprén, padres delincuentes, niños con hambre, retrasos de todos tipos, abusos.

Recuerdo que volvía a  la casa llorando, pensaba en  la carita de mi hijo cuando miraba a los niños y veía el maltrato que recibían,  me desesperaba por tratar de hacer algo por ellos.

Recuerdo que les revisaba las cabezas buscando piojos, lo hacía con los dedos (las otras profes utilizaban un par de lápices), me buscaban para que los revisara, seguramente sentían que esa revisión era casi un cariño.  Los subía a mi citroneta en la esquina y entraba al colegio con un montón de ellos arriba, por eso todos los dias había un grupo más grande esperándome, les enseñé a bailar. Los recuerdo hasta hoy. Armando, la Johanna, la Ruth, Germán, Ramón….

Después trabajé en dos colegios al mismo tiempo. Maipú en la mañana y la Santa Adriana en la tarde. Particular y Fiscal. Me tocó el comienzo de la Municipalización, la escuela de la Santa Adriana desapareció.

Unos años más adelante llegué al Latinoamericano, mi gran escuela.

Viví los tiempos duros del Latino, pero que me fortalecieron como profe.

“Enseñar en tiempos de guerra” así fue, enseñar y contener, enseñar, sobrevivir a los muertos, llorarlos, cuidar a los sobrevivientes,  enseñar y tratar  que los niños olvidaran lo que pasaba fuera y nosotros también. Enseñar a querer la paz y la vida,  en el medio de la agresión y el dolor. Enseñar a los niños a querer este país al que sus padres volvían y los traían a la fuerza. Enseñar a tener esperanzas de otro mundo.

Estudiaba mucho, todo lo que podía, formalmente e informalmente. Todo para tratar de hacer lo mejor.

Fueron tiempos en que aparte del Latino estudiaba y  trabajaba en cosas alternativas, vendía ropa, trabajé en el Diario La Nación, capacitaba profesores, hacía asistencias técnicas, hacía materiales educativos. Hice la Licenciatura, cursos y más cursos, Lenguaje, Psicología de los Adolescentes, Educación Artística, Computación.

Tengo lindos recuerdos de todos aquellos niños, a veces los encuentro por ahí, grandes, profesionales muchos, unos cuantos de ellos colegas,  a veces los encuentro con los hijos. Me contactan en facebook, me cuentan cosas. Los recuerdo mucho y tengo  guardadas muchas cosas que hicimos juntos.

Trabajé además en otro colegio Raíces Altazor, fui Jefe de UTP, me incorporé al proyecto con todo, en un momento de crecimiento del colegio. Pero parece que nuestros tiempos fueron distintos.

Concursé al Ministerio y allí viene la segunda etapa de mi vida profesional. Todo un aprendizaje nuevo, las políticas públicas, la gestión.

Me fue muy bien, logré muchas cosas, gestioné proyectos grandes (Talleres Comunales, Asignación de Excelencia Pedagógica,  Evaluación Docente, Red Maestros de Maestros, Inducción), con éxito, me hice conocida, reconocida.

Me probé en cosas que me costaban mucho. Hablar en público (y harto público), participar en mesas técnicas con discusiones fuertes, negociar con diferentes contrapartes, hice textos, videos. Viajé mucho, conocí mucha gente. Trabajé mucho, mucho. Luché contra el ritmo de la administración pública, armé equipos con compromiso y eficiencia. Me fue muy bien, recuerdo con mucha satisfacción todo lo hecho. Creo que lo hice bien.

Me fui del Ministerio para armar un proyecto educativo dentro de una Editorial que funcionó bien durante un año y medio. Fue bueno, armé equipo de nuevo, trabajé en la gestión y capacitando profesores, hice pega en terreno, de nuevo desde cero y logré parar el área. Pero la gerencia la cerró. No les convenció el salirse de los libros para entrar en este mundo.

Estuve en la OEI por tres años, con un proyecto nuevo en Chile el Instituto de Desarrollo e Innovación Educativa, dedicado a la Inserción Profesional, trabajé casi sola en el proyecto, solo con algunos equipos externos contratados para las acciones, hice conferencias, encuentros, viajé, edité dos libros, fui Directora subrogante  intermitente durante casi un año,   al cabo de éste cambiaron la dirección y me despidieron. Mi evaluación es que hice un buen trabajo y que el despido, si bien era esperable, fue con procedimientos mal hechos.

En este período hice clases en tres universidades, de las que lo que más rescato es la relación con los estudiantes, reencontrarse con la ilusión y el empeño por ser profesores.

Luego vino la  escuela Francisco Varela,  un proyecto hermoso, que me llegó desde la nada y que agradezco enormemente. Fue un proceso para  usar lo que había aprendido. Fue un proyecto me hizo bien, otra vez empezar a hacer todo de la nada, armar equipo, inventar.

Fue lindo crear lo que uno espera que sea el espacio para que los niños y los profes puedan desarrollarse, Fue un tiempo de búsqueda en que me convencí que  puedo dar hartas cosas, pero no encontraba el canal exacto.

Mi interés era la educación pública.

El 2014 volví a mi origen, donde me formé  como profesora, he vuelto al Pedagógico, a reencontrarme con la energía de lo que allí viví antes, con el empeño por construir para los niños, niñas y jóvenes de la educación pública . Empezando, empezando donde comencé a construir esta historia de profe.

En el Peda el azar me puso en un Programa del Ministerio de Educación, el PACE, para apoyar el acceso de estudiantes de liceos vulnerables para ingresar a la universidad. Este trabajo me llenó el corazón, volver a pasar por las aulas de tantos y tantas jóvenes para que pudieran acceder a sus sueños y los de sus familias.

Luego me fui nuevamente al Ministerio, esta vez a trabajar en el mismo programa pero a cargo de la primera generación de estudiantes que ingresarían a la universidad, trabajando con las universidades para generar todas las modalidades de apoyo que serían necesarias en este proceso. Lo mejor fue ver cómo muchas universidades, a partir de la experiencia fueron capaces de revisar sus procedimientos y adaptarse a las necesidades de los jóvenes, no solamente los del PACE sino todos su estudiantes nuevos.

Luego de esa experiencia, otro gran desafío, me incorporé a la Secretaría Técnica de Educación Pública en el proceso de construcción de la Ley y a diseñar cómo serían y qué harían los equipos de Apoyo Técnico Pedagógico de los Servicios Locales de Educación.  Alli pude concretar mi sueño de trabajar para la educación pública, no solo en un establecimiento sino para los de todo el país.

El 2018, tuve que volver a la Universidad. Esta vez fue al Centro Saberes Docentes de la Universidad de Chile trabajando con profesores y profesoras del país y luego tambíen en la Universidad de las Américas, como Secretaria Académica de la Escuela de Educación Parvularia.

Hoy nuevamente tratando de encontrar otros espacios para aportar lo que he acumulado en todos estos años en el sistema educativo, con los y las docentes, con mis queridos y queridas mentores y con todos y todas las compañeras de ruta con los que hemos spñado y seguimos soñando para la educación de los niños, niñas,  jóvenes y adultos de nuestro páis.

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